En el post de hoy voy a hablaros de los terrores nocturnos, una enfermedad poco conocida y poco frecuente, solo afecta de un 3 a un 6 % de la población, que puede llevar a que crean que, simplemente, vives demasiado tus pesadillas, y que no se arregla con dejar de ver pelis de miedo a solas.
Se trata de un trastorno del sueño que se dá, sobretodo, en niños de entre 4 y 12 años, y que , aunque no debe ser motivo de preocupación ni denota ninguna enfermedad subyacente, es muy molesto, ya que se sufre verdadero terror. Los terrores nocturnos ocurren durante la fase de sueño profundo, con lo que no se trata realmente de una pesadilla, estas se crean en la fase de sueño no profundo, si no que es una reacción negativa súbita en el cambio de una fase del sueño a otra, entre 2 y 3 horas una vez empezado el sueño.
El individuo, niño en la mayoría de los casos, puede llegar a incorporarse de la cama y moverse agitadamente, además sufrirá un aumento de la frecuencia cardíaca y respiratoria. Pasados unos minutos seguirá durmiendo placidamente y, al día siguiente, no recordarán nada.
La causa de los terrores nocturnos suele ser una hiperactividad del sistema nervioso central (SNC) durante el sueño, esta se puede dar debido a que el organismo está en crecimiento o por haber heredado tendencias hiperactivas.
Lo que está claro es que, para un padre, no es fácil saber como reaccionar cuando un hijo se encuentra en un estado como este, siendo normal que sientan una gran impotencia; lo que debemos hacer ante un caso de terror nocturno es asegurarnos de que el niño no se daña en el proceso; no intentar despertarlo, ya que dichos intentos no suelen funcionar y, si lo hacen, solo crean una sensación de desorientación en el niño y dificultad para dormir.
En cuanto al tratamiento, no hay una solución inmediata ni un fármaco milagroso, simplemente irá pasando por sí solo con el crecimiento del niño, aunque establecer rutinas de sueño-vigilia, acostarse temprano o reducir el estrés al que se pueda ver sometido ayudaran mucho en el proceso.
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